No son ni las 17:30 y estoy en la
calle del Espíritu Santo. Me estoy tomando un Spritz. Muchas veces me he preguntado
que lleva, pero no sé responder esa pregunta, solo sé que es amargo. Hacía años
que no me tomaba uno. La última vez fue en Londres, aunque parezca mentira, y
mira que ha pasado tiempo.
Aquí estoy, pasando la tarde,
escribiendo con un bolígrafo robado, mendigando papeles para escribir y contar
las cosas que mi terapeuta me ha dicho que escriba. Ahora mismo estoy distraído
viendo como gente de todos lados intentan coger mesa en una de estas terrazas.
Me acaba de abordar un señor que
vende mecheros y ha venido a recriminarlo el camarero, supongo que una persona
pidiendo debe quitar clase y prestigio a este apestoso sitio.
Suenan Graveyard, esa banda de
trasnochados drogadictos suecos que hacen un rock setentero muy interesante. “Slow Motion Countdown” suena. Denso, oscuro, pesado, a
cámara lenta. Me hace ver las cosas de otra manera con esos acordes tan graves
y esa voz que a veces te desgarra y otras te hace querer hacerle el amor a
alguien con mucha dulzura.
Como aquellas veces que te amaba
en secreto. En secreto entre los dos, porque por aquel entonces solo existíamos
los dos en ese mismo cosmos configurado a base de conversaciones y cariño,
construido a través de nuestros sentimientos más sinceros y que forjó algo
relativamente impresionante y que duró lo que tuvo que durar por azares del
destino.
Me hacía gracia las ansias que
teníamos porque todo esto acabase bien y las veces que pedí tiempo fueron las
justas para no recibir la gracia divina y redimir mis pecados. Gracioso fue
saber que a pesar de jugar a los mismos juegos, tú tenías un plan B para todo
esto. A pesar de jurarme lealtad, fe, confianza, dedicación como hice yo, el
despecho te hizo mirar a otro lado y coger el camino fácil de todo esto. Pensé
que todas aquellas palabras de aliento que nos dábamos fuesen ciertas y al
final de esta lucha hubiese una meta, pero esa meta se trasladó 1000 kilómetros
más adelante.
Sigues el camino con algo que me
dijiste que nunca pasaría, con algo que te daba rechazo, pero créeme, te
entiendo, no he sido lo suficientemente justo y honesto contigo y te he privado
de lo que necesitabas. Ahora solo espero que ese sea el camino, aunque ambos
sabemos que no lo deseo, ni lo espero, sería demasiado estúpido pensar en eso
después de todo lo vivido.
Pero ahora solo hay un muro.
Solo sabes que detrás de ese muro
hay algo que te llama la atención pero de tanto mirar al muro y a todas las
capas de cemento impenetrable que tiene, me he cansado y he dado la vuelta para
encontrarme.
Encontrarme y encontrar otros
muros.
Para encontrarme con otros muros más
accesibles y ¿sabes qué? Aprendí muchas cosas, y esas enseñanzas encubiertas me
han servido y me sirven para seguir caminando.
Llegados a este punto, te das
cuenta de que al final de este camino que no puedes desandar, se encuentran
muchas cosas que pensé que nunca volvería a tener por todas las experiencias
con las que arrasaste mi corazón, pero como te digo, todo vuelve a florecer.
Florece de una forma amarga, pero
florece. Y me pregunto si no será ese amargor debido al Spritz que me estoy
tomando.